Chávez S. * – ene 2020
La dieta mediterránea es reconocida como patrimonio cultural de la humanidad por la Unesco. Es una forma de comer que tiene sus orígenes en la cuenca del Mediterráneo que facilitó la interrelación de diversas culturas y también la forma de obtenerlos, producirlos, cocinarlos y consumirlos.
La agricultura comenzó con el cultivo de los cereales y legumbres en el Levante, una región que abarca a los países del mediterráneo oriental: Líbano, Israel, Palestina, Siria, Jordania e Iraq. Posteriormente, los fenicios, griegos y romanos cultivaron los tres elementos básicos de la dieta mediterránea: olivos para la producción de aceitunas y aceite de oliva, trigo para hacer el pan y uvas para confeccionar el vino. Luego, estos colonizadores de la cuenca del mediterráneo extendieron las aceitunas y uvas al mediterráneo occidental, y distintos pueblos (Iberos, Celtas, Griegos, Romanos, Bárbaros y Árabes) contribuyeron a establecer la actual “trilogía mediterránea” de pan, aceite y vino.
En la época clásica se podían distinguir dos modelos alimentarios: el clásico-mediterráneo (de los antiguos romanos) y el de los pueblos bárbaro-continentales (germánicos y otros). La tradición romana pronto chocó con el estilo de los alimentos importados de la cultura de los pueblos germánicos, principalmente los nómadas, que vivían en estrecha armonía con el bosque, y que obtenían los recursos alimenticios de la caza, la pesca, la recolección de frutos silvestres y la ganadería del bosque.
Los elementos fundamentales de la dieta mediterránea, que es la triada “pan, aceite y vino”, se exportaron a las regiones de Europa continental por las órdenes monásticas, que emigraron a esas regiones para evangelizar a los pueblos. Pan, aceite y vino, eran en realidad los elementos centrales de la liturgia cristiana, pero más tarde fueron adoptados también en la alimentación de las personas corrientes de Europa. Desde la instauración del modelo agro-silvo-pastoril (producto de la fusión entre los patrones dietarios del imperio romano cristiano y el germánico) hasta la época contemporánea en los inicios del siglo XIX, se produjeron 2 grandes cambios que impactaron en el modelo mediterráneo. El primero se debió a las notables aportaciones que realizaron los árabes-musulmanes asentados en sus posesiones mediterráneas. El segundo se debió a la incorporación de nuevos productos alimenticios llegados del continente americano y de Asia.
Las primeras referencias científicas de la ingesta dietaria en la región mediterránea, surgieron al poco tiempo de finalizar la Segunda Guerra Mundial. En 1948, el gobierno de Grecia encargó un gran estudio con la finalidad de mejorar las condiciones económicas, sociales y de salud post-guerra. El estudio fue patrocinado por la Fundación Rockefeller y se llevó a cabo en la isla de Creta. Los resultados del estudio se publicaron como una monografía en el año 1953, titulada “Crete: A Case Study of An Underdeveloped Area”. En 1958 comienza el estudio de los siete paises, donde se estudian durante 25 años a 12.763 hombres y se examina la relación existente entre dieta , estilo de vida , factores de riesgo y las probabilidades de padecer enfermedad cardiovascular y accidentes cerebrovasculares .En el año 2003 , comienza el estudio PREDIMED , donde se estudiaron a 7447 participantes, sin manifestaciones clínicas de patología cardiovascular al momento del estudio, a cada uno de ellos se le otorgo tres dietas diferentes. Con este estudio se llegó a la conclusión que la dieta mediterránea suplementada con aceite de oliva o frutos secos reduce aproximadamente tres eventos cardiovasculares cada 1000 personas /año. Los resultados del estudio PREDIMED mostraron que seguir un patrón de alimentación mediterránea es efectivo para la prevención de infartos de miocardio , ACV y mortalidad cardiovascular .
En el año 2010, la UNESCO incluyó la dieta mediterránea en la lista del Patrimonio Cultural Inmaterial, y los resultados de PREDIMED reforzaron el valor de la dieta mediterránea para la salud a nivel internacional.