R. Villar – Mayo 2015

Una alternativa interesante para la mejora de la salud, donde convergen los intereses de las autoridades gubernamentales, la industria y los consumidores.

Las generaciones actuales, debido fundamentalmente a la mejoras en la alimentación, la salud pública, la higiene y los avances en medicina, nos enfrentamos al hecho inédito del crecimiento exponencial de la población mundial, que pasó de 1000 millones de habitantes en 1800 a 6000 millones en 2000 y 7000 millones en 2011.

Frente a esta situación, entre otros problemas complejos, aparece la necesidad de potenciar el ritmo de producción de alimentos para poder satisfacer las necesidades nutricionales de la población.

La Asamblea Mundial de la Salud (OMS) ha fijado los siguientes objetivos para el 2025:

1- Lograr una reducción del 40 % en el número de los niños menores de 5 años con retraso del crecimiento.

2- Lograr una reducción del 50 % de anemia en mujeres en edad reproductiva.

3- Lograr una reducción del 30 % en el bajo peso al nacer.

4- Asegurar de que no haya un aumento de sobrepeso en la infancia.

5- Aumentar la tasa de lactancia materna exclusiva en los primeros 6 meses hasta al menos el 50 %.

6- Reducir y mantener en la niñez la pérdida de peso en relación a la estatura en menos de 5 %.

Alcanzar estos objetivos requiere de políticas y acciones nutricionalmente específicas y sensibles en todas las regiones del mundo, donde aparecen situaciones diferentes, así como también focalizar las inversiones en salud pública, educación y nutrición.

LA OMS recomienda crear alianzas entre actores estatales y no estatales para asegurar que las políticas y programas de desarrollo incluyan a la nutrición, mediante la integración de los resultados nutricionales a través de múltiples sectores, como el de la salud, el de los alimentos, el agua, la sanidad pública e higiene, para conseguir una mejora de la nutrición en la población.

Uno de los caminos que pueden resultar efectivos para contribuir en este sentido es la fortificación de los alimentos, y en esto confluir los intereses de las políticas de salud y de la industria de la alimentación, produciendo alimentos altamente nutritivos para combatir la malnutrición y así lograr un mejor desarrollo socioeconómico. La fortificación consiste incorporar uno o varios nutrientes esenciales a un alimento, con el objeto de prevenir o corregir una deficiencia de uno o más nutrientes en la población, o en un grupo específico de la población.

Claramente, una dieta variada y equilibrada no necesitaría de la fortificación, pero en la práctica no se presenta siempre como una opción posible y disponible para todos.

Se estima que las deficiencias de micronutrientes son responsables de daños funcionales serios en más de la quinta parte de la población mundial. La fortificación de alimentos con vitaminas y minerales es el mejor método para prevenir deficiencias de micronutrientes, por su cobertura, biodisponibilidad y bajo costo por persona.

Cuando se desea avanzar en este camino es importante analizar que el alimento escogido sea un vehículo adecuado para el fin que se persigue, evaluando:

• que sea consumido por la población en cantidades adecuadas.

•• que la fortificación no produzca alteraciones perceptiblemente en color, aspecto, o sabor del alimento sin fortificar.

• que presente buena estabilidad para el proceso productivo y en el alimento elaborado.

• la incidencia en el costo sea razonablemente baja.

Habitualmente se fortifican alimentos panificados, cereales para desayunos, lácteos, galletas y pastas.

Las fortificaciones más comunes son las siguientes:

Minerales:

Hierro: La deficiencia de hierro es la carencia nutricional más frecuente en el ámbito mundial afectando en promedio al 30% de la población en general. Su incidencia en los países desarrollados es de aproximadamente del 10% cifra que aumenta al 40% en los países que están en vías de desarrollo. Aportado en cantidades adecuadas evita la anemia ferropénica. Es especialmente importante en personas tienen una mayor demanda. A estos grupos corresponden principalmente los lactantes, niños, adolescentes, embarazadas y mujeres en edad reproductiva.

Zinc: La deficiencia de zinc es tan grave como la deficiencia de hierro. No sólo afecta a la población que vive en los países en vías de desarrollo, sino también en los países desarrollados. Estudios basados en encuestas nutricionales han demostrado que la ingesta promedio de zinc a nivel mundial oscila entre un 50% a un 80% de los requerimientos diarios para este micronutriente. La deficiencia de zinc, a diferencia de la de hierro, también puede afectar a ancianos, hombres adultos y mujeres posmenopáusicas.

Calcio: es un mineral importante en huesos y dientes. Debido a que el consumo de productos lácteos es bajo en ciertas regiones o grupos, la ingesta suele no ser suficiente para cubrir la demanda nutricional.

Magnesio: Desempeña un papel importante en todo el proceso de la osificación, en conjunto con el calcio. El cociente óptimo calcio/magnesio para elaborar una buena estructura del hueso es 2:1. Otra función muy importante del magnesio es su influencia en los nervios y músculos.

Vitamina D

Su principal función biológica es mantener normales las concentraciones séricas de calcio y fósforo. La vitamina D favorece la absorción de calcio. Previene el raquitismo en niños y la osteomalacia en adultos.

Solamente unos pocos alimentos naturales contienen cantidades significativas de vitamina D, entre los que se incluyen algunos pescados. Aunque la exposición al sol permite convertir precursores en vitamina D, hay un número importante de personas en las cuales este mecanismo parece no ser suficiente para alcanzar la concentración sanguínea recomendada.

Ácido fólico

El ácido fólico se convierte fácilmente en folato en el organismo. El folato es una sustancia determinante en la prevención de defectos de nacimiento en recién nacidos.

Fibra

Un plan alimenticio rico en fibra puede ayudar a prevenir el cáncer, mantener niveles bajos del colesterol y controlar la diabetes. La mayoría de los adultos no ingieren a diario los 25-30 gramos recomendados.

Finalmente, podemos ver a la fortificación de alimentos como una estrategia para la mejora de la salud, donde las personas pueden recibir los nutrientes necesarios sin la necesidad de modificar sus dietas habituales, lo cual es más difícil por estar asociada a factores económicos y socio culturales.

Además, la industria cuenta con la tecnología y nutrientes disponibles para avanzar más fuertemente en este campo, así como incentivo por lograr mayor diferenciación y mejorar su relación con los consumidores.