J.L. Lobos – Abr 2015

Hay cambios en la actitud de los consumidores y de las autoridades que deben ser recogidos por los productores de alimentos. Esto opina la Dra. Cathy Kapica, Vicepresidente Senior , Directora de Salud Global y Bienestar en la consultora Ketchum y con más de 20 años de experiencia en salud y nutrición, que asesora a numerosos clientes sobre las estrategias y tácticas para incorporar la ciencia y el bienestar en sus planes de negocios.

Todos quieren alimentos nutritivos y saludables pero sin sacrificar el placer. Sin embargo, el aumento del sobrepeso y la obesidad, así como las enfermedades asociadas, ponen a la producción y la promoción de alimentos y bebidas en el ojo de la tormenta.

En este mundo digital las noticias se reciben en forma instantánea y continúan disponibles en un régimen 24/7. Los consumidores dejaron de ser aceptadores y desinformados para transformarse en escépticos y auto-educados, y dejaron de adoptar medidas insensatas para realizar elecciones cuidadosas. Al mismo tiempo las autoridades avanzan en la implementación de regulaciones, con apoyo de sectores académicos influyentes en cuestiones de salud. Todo alimento, bebida y oportunidad de ingesta es objeto de cuestionamiento. El sector privado debe comprometerse más en esta conversación, elaborando mensajes basados en hechos, usando la ciencia de una manera fidedigna y que no conduzca a confusión. Para ello las empresas deben comprender la composición de sus productos, la forma en que éstos contribuyen al entorno alimenticio y la manera de comunicarlo con transparencia.

La creciente utilización de profesionales capacitados en diversas ciencias tanto de la tecnología como de la salud, con trayectoria en medios de comunicación, puede aportar lo necesario para que estos esfuerzos resulten exitosos. Las empresas alimenticias que sigan este camino con eficiencia continuarán prosperando, transformándose en socias para lograr los objetivos de salud y bienestar de la sociedad. Después de todo, no existe razón alguna que impida obtener éxito financiero a quien promueve la salud pública.

¿El marketing de alimentos engorda?

El Dr. Brian Wansik, Profesor de la Universidad Cornell en New York con larga trayectoria en el campo del comportamiento nutricional y que fue Director del Centro de Promoción y Política Nutricional estadounidense, recuerda que las empresas comerciales de alimentos no están centradas en hacer a las personas gordas sino en obtener ganancias. En este contexto, la misión asignada a la mayoría de los expertos en marketing de alimentos es comprender qué desean los diferentes segmentos consumidores y ofrecérselos de manera rentable. En general, lo que muchas personas desean a corto plazo es alimentos sabrosos, económicos, variados, convenientes y saludables, más o menos en ese orden de importancia del beneficio. El trabajo de los expertos en marketing es ayudar a identificar y crear alimentos que entreguen mejor estos beneficios; comunicarlos y distribuirlos.

Como esto supone innovaciones valiosas se encargan de protegerlas mediante el desarrollo de marcas para los nuevos alimentos de manera que adquieran asociaciones únicas y positivas en la mente de los consumidores. Al respecto, los expertos en marketing de alimentos han sido muy exitosos.

Pero definitivamente el marketing de alimentos para la prevención de la obesidad no tiene lugar si no son elegidos por el consumidor y/o generan mayores ganancias que los alimentos a los cuales reemplazan.

¿La obesidad es una responsabilidad individual de un «estilo de vida» o social de un «modo de vida»?

El Dr. Hernán C. Doval, Médico Cardiólogo, Director asociado de la Revista Argentina de Cardiología, hace un interesante recorrido por lo que conocemos sobre la obesidad como resultado de las decisiones individuales junto con el ambiente que las condiciona, y concluye que se podría decir que la prevención de la obesidad solamente es posible con cambios fundamentales en las sociedades como, por ejemplo, producir y disponer de alimentos saludables y baratos, realizar un planeamiento urbano para asegurar que la gente se ejercite más, difundir la educación acerca de la alimentación comenzando en las escuelas y establecer un código global para promocionar solamente los alimentos y las bebidas saludables para los niños y también para los adultos. Pero ningún sistema de salud está cumpliendo con el desafío de manejar la obesidad, y ninguna sociedad ha desarrollado una estrategia efectiva para prevenirla.

Concluye que «Tenemos un desafío claro por delante, necesitamos una política pública coherente y sostenida, que es esencial para dirigir los cambios necesarios. Estos cambios imprescindibles entrelazan a la política de distintos ministerios o departamentos estatales, con los medios, a la propia industria de la alimentación y también a la venta al menudeo y los sectores de la diversión. Sólo de esa manera podemos esperar progresos visibles para frenar primero y reducir después la creciente epidemia de obesidad»