Carrasco J* – may 2019
La historia de que en las escuelas y colegios se vendan productos saludables para alimentar a los niños, es tan nueva como la de los teléfonos inteligentes, con la diferencia de que una de las ideas ha interesado mucho más que la otra, obviamente, todos sabemos cuál es.
Papas fritas, hamburguesas, panchos, gaseosas, jugos artificiales entre otras decenas de productos son los preferidos por los niños para comprar a la salida del colegio o durante su recreo. Frutas, agua, verduras, yogurt, cereales sin azúcar agregado, tal vez serían la última intención de compra de un niño cuando su cerebro le exige algo rico y que le produzca saciedad.
El sedentarismo es el principal factor contribuyente para la obesidad en general, no solo de la infantil. Si a eso le agregamos una alimentación alta en calorías, el problema va a ir aumentando, tal vez a un ritmo mucho más acelerado del que se cree.
¿Qué hacer? Obviamente la solución no es fácil. Hay varias medidas que se han tomado en otros países de la región. Por ejemplo, en Ecuador, está prohibido vender, en los kioscos que están dentro de las escuelas o colegios, productos como papas fritas, gaseosas, etc. Los niños se ven obligados a consumir alimentos saludables y sin exagerados valores calóricos. Otra opción, siempre viable, es la educación. Educar tanto a padres como a niños de un lado y a maestras por el otro, sobre qué grupos de alimentos es conveniente tener en cuenta al momento de elegir una colación.
Es un camino largo y difícil, de eso no hay ninguna duda. Pero el ser humano es un animal y como tal tiende a adaptarse a diversas situaciones. Yo creo que, en este boom de la tecnología, si se pudo enseñar a una persona de 90 años a usar un teléfono inteligente, se podrá enseñar a un niño a elegir una colación saludable.