Sturniolo A* – nov 2019
La potabilización del agua en la era de los microplásticos.
Cada año se lanzan al mar, ríos y lagunas ocho millones de toneladas de plásticos que al degradarse se convierten en micropartículas. La acción del agua, los microorganismos y la luz solar van degradando el plástico hasta reducirlo a pequeñas partículas de unas pocas micras de longitud (una micra equivale a la milésima parte de un milímetro). Al ser casi indestructible, ya que no se biodegrada o descompone, cada vez se transforma en partículas más pequeñas, pero nunca llega a desaparecer. A este ritmo, en el año 2050 habrá mayor volumen de plástico que de peces en el mar, según la Fundación Ellen MacArthur.
Si bien cuando pensamos en plástico la imagen más frecuente que nos aparece o muestran los medios son bolsas de supermercado o botellas, también hay un gran aporte de estas micropartículas que los fabricantes utilizan en las cremas cosméticas exfoliantes y las pastas de dientes que, viajan por los desagües y no llegan a ser filtradas por las plantas de efluentes municipales.
Un estudio piloto llevado a cabo en la Universidad de Viena, Austria, en noviembre del 2018, mostró que las heces de personas de países tan distantes y distintos como Reino Unido, Italia, Rusia o Japón contenían partículas de una decena de plásticos diferentes. De los diez plásticos buscados, encontraron nueve de ellos. Los más comunes fueron el propileno, básico en los envases de leches y jugos, y el PET, del que están hechas la mayoría de las botellas de plástico. La longitud de las partículas oscilaba entre las 50 y las 500 micras. Y, en promedio, los investigadores encontraron 20 microplásticos por cada 10 gramos de materia fecal.
¿Por qué deberíamos preocuparnos? Los microplásticos absorben productos químicos tóxicos relacionados con el cáncer y otras enfermedades que podrían ser liberados al ingresar a nuestro cuerpo.
Podríamos contrarrestar el efecto que provocan los microplásticos en el medio ambiente. El mayor problema que encontramos es que las plantas de agua potable convencionales con las que hoy cuentan la mayoría de los países, ya sea de sedimentación o bien los filtros de gravedad (grandes piletas que generalmente vemos a la entrada a las ciudades), dejan pasar una gran parte de este tipo de contaminantes que hoy podemos encontrarlos en nuestras aguas.
Actualmente, existen tecnologías de potabilización como la ultrafiltración, que pueden retener partículas del tamaño del micrón (hasta 0,01 micrones), incluso coagular y remover arsénico, un gran problema en nuestro país y en todo el mundo. Compañías como Dupont (USA), BASF (Alemania) y Toray (Japón) han desarrollado la tecnología exitosamente. Su costo de inversión es similar al de las plantas convencionales y el costo de operación mucho menor, debido al menor consumo de químicos. Sin ir al primer mundo, nuestro país vecino, Brasil, ha estandarizado esta tecnología para el tratamiento de agua potable, y hoy ciudades como Brasilia y San Pablo cuentan con esta seguridad, además de la remoción de virus y bacterias. En Argentina existen suficientes instalaciones industriales desde hace más de 10 años, y por conocimiento de ALADyR (Asociación Latinoamericana de Desalación y Reúso de Agua) solo la instalada en Aguas de Jujuy Sociedad del Estado para producción de agua potable municipal.
Según un estudio solicitado por la Organización Mundial de Conservación (WWF por sus siglas en inglés), realizado por la Universidad de Newcastle, Australia, y que Fundación Vida Silvestre Argentina (FVSA) presentó en el país, sugiere que las personas están consumiendo alrededor de 2.000 pequeñas piezas de plástico cada semana. Eso es aproximadamente 21 gramos al mes, y alrededor de 250 gramos al año. Ya tenemos herramientas y tecnología para neutralizar su efecto e impedir que siga avanzando, pero es un compromiso que debemos asumir todos con conciencia y conocimiento.

*Alejandro Sturniolo es VP de Marketing y Ventas de Fluence Argentina y Director de la Asociación Latinoamericana de Desalación y Reúso del Agua (ALADyR).