Santillán J* – sep 2018

Los ácidos grasos trans suelen estar presentes en la dieta habitual. Si bien existen en pequeñas cantidades en alimentos naturales, su procedencia es en su mayoría industrial.

El consumo habitual de grasas saturadas, de ácidos grasos trans y de colesterol incrementa el riesgo de enfermedades cardiovasculares.

Una alimentación inadecuada, el sedentarismo, hábito de fumar, y factores genéticos, están entre los principales factores de riesgo que favorecen la aparición de lesiones tempranas en la pared vascular.

Los ácidos grasos TRANS pueden ser de fuente natural o industrial. La natural más importante es la fermentación anaeróbica bacteriana que se genera en los animales rumiantes como las vacas y las ovejas.

Sin embargo, la fuente principal de los ácidos grasos trans son las de origen industrial, debido a la hidrogenación parcial de las grasas, proceso en el que se agrega hidrógeno a aceites vegetales y marinos para obtener productos con mayor estabilidad y vida de anaquel.

En los últimos años las fuentes de las grasas trans han variado desde la margarina, a la comida frita con dichas grasas y los alimentos horneados como galletas saladas y dulces, tortas, facturas, donas, postres, snacks y helados que utilizan grasa industrial (aceite vegetal hidrogenado).

Un incremento en el con sumo de este tipo de grasas contribuye al aumento del riesgo de enfermedad cardiovascular ya que incrementan los niveles de las lipoproteínas LDL y disminuyen las de alta densidad HDL, aumentan los niveles séricos de la lipoproteína (a) que es la que está asociada con los fenómenos cardiovasculares , elevan los niveles de triglicéridos en sangre y pueden alterar el metabolismo de los ácidos grasos esenciales y el balance de prostaglandinas mediante la inhibición de la enzima delta 6 desaturasa produciendo trombogénesis.

Cabe destacar que el consumo de estas grasas no solo pueden producir enfermedades cardiovasculares si no que también podrían ocasionar resistencia a la insulina, produciendo finalmente una diabetes tipo 2.

Por estos motivos, las autoridades y asociaciones de nutrición en todo el mundo recomiendan que no más de 30 % de las calorías totales diarias que ingiera una persona provengan de las grasas, correspondiendo menos de 7 % a los ácidos grasos saturados y menos del 1 % de AGT (trans). Se indica sustituir las grasas saturadas y trans por grasas no saturadas especialmente las poliinsaturadas y, aumentar el consumo de ácidos grasos omega 3, de frutas, verduras, frutos secos y disminuir el consumo de granos refinados, evitar el consumo de tabaco, realizar actividad física regularmente y mantener un índice de masa corporal adecuado.

CONCLUSION

Con el paso de los años ha aumentado el consumo de las grasas trans. Aquellas grasas trans adicionadas a los alimentos no son indispensables de la dieta, por ende es mejor consumirlas en muy poca proporción.

Lo que se llega a concluir luego de la información obtenida es que aquellos que presenten factores genéticos, obesidad, resistencia a la insulina, sedentarismo, tabaquismo y que ingieran cantidades elevadas de grasas trans, podrían incrementar la resistencia a la insulina, producir diabetes, desarrollar inflamación, lesionar paredes vasculares y presentar mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares.

Por eso se recomienda que las grasas ocupen solo un 30% de la dieta, que un bajo porcentaje sea de grasos saturados y un porcentaje menor de grasas trans y que se comiencen a incorporar más alimentos con grasas poliinsaturadas y con omega 3, acompañado de hábitos saludables como el ejercicio.

 

* Juliana Santillán  es Médica Cursante de la carrera de Médicos Especialistas en Nutrición

 

Bibliografía

http://www.msal.gob.ar/ent/index.php?option=com_content&view=article&id=348:campana-qargentina

http://www.barcelo.edu.ar/greenstone/collect/tesis/index/assoc/HASHe217.dir/TFI%20Cazabat%252C%20Luchelli%252C%20Orue.pdf

http://www.who.int/mediacentre/news/releases/2003/pr20/es/

http://www.alfinal.com/nutricion/grasastrans.php